Nadie
se plantea que su parto vaya a ser provocado, pero en mi caso tampoco
había muchas más opciones, los latidos del niño estaban bajando,
aún había tiempo antes de ir diréctamente a la cesárea, pero
había que hacer algo para acelerar el proceso así que obviamente,
sabiendo los pros y los contras de todo lo que iban a hacerme
accedimos, lo primero era la salud de mi bebé.
Empezamos
con una dosis de prostaglandinas, un gel
vaginal utilizado para generar unas contracciones más fuertes y
constantes, y vaya si lo consiguió. Esas dos horas que tuve que
permanecer tumbada fueron las más largas de mi vida, sólo quería
poder levantarme, me dolía hasta el alma con cada contracción y no
me dejaban moverme. A partir del momento en el que me quitaron las
correas y me dejaron levantarme ya no podía parar quieta, sentada
eran horribles, tumbadas insoportables, nos tiramos casi tres horas
dando paseos por los pasillos parando sólo, de vez en cuando, para
picar algo en el comedor.
Pasadas
las seis, cansados ya de dar paseos, optamos por la bañera, me
llenaron una bañera, ya en el propio paritorio, con agua calentita y
esencia de naranja para relajarme mientras seguían las contracciones
y la verdad es que funcionó, el dolor era menos intenso, pero la
postura la verdad un tanto incómoda, cuando decidí salir para
nuestra sorpresa empezaron a venir las contracciones cada tres
minutos, muy fuertes, muy dolorosas y apenas podía moverme o hablar.
Paparockero echó a correr hacia el control de enfermeras y dijeron
que ya era hora de quedarse en el paritorio, así que fue a recoger
las cosas de la habitación y a mi me tumbaron en una cama
convertible para ver qué tal iba el proceso.
Otra
ronda de monitores que ya no acabó hasta el momento del expulsivo,
otro tacto que venía con no demasiadas buenas noticias, puesto que
si, las contracciones eran mucho más fuertes y constantes, pero
había dilatado apenas cuatro centímetros, así que, otra vez tras
informarnos sobre los pros y los contras y dar nuestro consentimiento
me pusieron una vía con oxitocina.
A
las 9, tras otro tacto en el que nos dijeron que sólo llevaba 7
centímetros dilatada y opté por pedir mi tan temida epidural,
llevaba dos horas llorando a moco tendido por el miedo que tenía a
la dichosa epidural. Todo el mundo decía que dolía mucho, sabiendo
los efectos secundarios, sabiendo que no podría moverme después, y
sobretodo con un miedo horrible porque sabía que mientras me la
ponían debía estarme quieta y a mi con cada contracción me
temblaba el cuerpo entero de una manera que no podía controlar.
Aunque he de reconocer que al final no fue para tanto, si bien es
cierto que optamos por la anestesia peridural y no la epidural en si.
No son muchas las diferencias, pero la mayor de todas es que con la
peridural sigues teniendo la funcionalidad de las piernas pues te
duerme desde debajo del pecho hasta la ingle.
Como
decía, la propia epidural no fue dolorosa, peronalmente lo más
costoso fue arquear la espalda, puesto que la prominente barriga y el
dolor acumulado en la zona inglinal no lo ponían fácil. He de
reconocer que, para mi, fue la mejor decisión; al cabo de quince
minutos no había ningún tipo de dolor, dejé de notar por completo
las contracciones, pero en el monitor salían reflejadas, por lo que
aprovecharon para subir la dosis de oxitocina y así intentar acortar
la espera.
Fue
la mejor hora desde que había empezado toda la locura, realmente
pudimos descansar, tanto paparockero como yo tuvimos un momento de
paz, que se vió interrumpido al poco de pasar las diez por un tropel
de médicos, enfermeras y auxiliares que entraron a todo correr en la
sala diciendo que los latidos del niño estaban bajando mucho, que
había estrés fetal y que debían sacar sangre de la cabeza del
elefantito para ver si tenía oxígeno suficiente, que era hora de
salir, fuera como fuera, pero había que sacarlo ya, que no podía
moverme, que cada vez que me movía las pulsaciones bajaban aún más.
Así
que como podéis imaginaros con nuestra cara de susto y con mucha
espectación sacaron sangre de la cabecita del niño tras mucho
esfuerzo pues no paraban de decir que tenía mucho pelo y no podían
pinchar bien. Una vez lo consiguieron una enfermera echó a correr,
no habían pasado ni diez minutos y tan rápido como se había ido
volvió a entrar entregándole un papel a la doctora que aún seguía
entre mis piernas con toda la tropa detrás. La doctora miró el
papel, miró a la enfermera, volvió a mirar el papel, la preguntó
si estaba correcto y nosotros sólo queríamos saber que demonios
ponía, sus caras no auguraban nada bueno y yo ya me estaba viendo en
quirófano. La prueba había salido mal y tuvieron que repetir todo
el proceso. La segunda vez que la enfermera regresó con los
resultados dijeron que el pequeño oxigenaba bien, pero que tenía
que salir ya.
Nos
habíamos librado de la cesárea, pero si llego a saber lo que venía
después casi la habría preferido. Nos quedamos sólo con una
doctora y la matrona, era hora de empujar, el niño seguía muy
arriba pero debíamos sacarlo cuanto antes.
Tras
hora y media empujando en diferentes posiciones yo ya no podía más,
llevaba más de 22 horas de parto sin apenas descansar, habían
pasado más de 34 horas desde la última vez que había dormido.
Estaba literalmente agotada y de repente todo el mundo abandonó la
sala excepto la matrona que estaba haciendo otras cosas mientras yo
seguía empujando con cada contracción bajo el apoyo incondicional
de paparockero.
Al
rato volvió la doctora con una enfermera que se subió a la cama
tras de mi poniendome sus piernas como almohada. En la siguiente
contracción me quería morir, mientras yo empujaba con las pocas
fuerzas que me quedaban la matrona y la doctora me flexionaban las
piernas y la enfermera presionaba mi barriga desde arriba con tal
fuerza que pensé que me iba a partir en dos. En un momento dado pude
ver a mi pobre marido en una esquina viendo la escena sujetando la
botella de agua que yo le iba rogando a cada rato sin poder hacer
nada más que animarme desde lejos porque el pobre ni cabía casi.
Después
de otro rato así no había manera, seguía sin salir, el dolor era
ya insoportable y no tenía fuerzas ni para respirar, la presión de
la enfermera en el estómago era sofocante y realmente pensé que no
iba a salir nunca, en esa siguiente contracción noté como la
presión se aliviaba, me habían realizado una episiotomía, la
cabeza ya estaba saliendo, al segundo la ví fuera y el cuerpecito
salió casi disparado. El líquido amniótico salió verde, me
pusieron al niño encima, la doctora llamó a la pediatra y me
dijeron que no podían dejar el cordón latir, que debían revisar
que el niño no hubiera tragado, ni aspirado el líquido sucio y no
había tiempo de esperar que saliera la placenta. Así que al final
el cordón umbilical se lo cedimos al mismo hospital para utilizarlo
en investigación.
Se
llevaron al niño apenas dos minutos y me lo volvieron a poner en el
pecho, el niño estaba perfectamente sano.
Después
paparockero, por petición de las enfermeras se fue a casa a
descansar, que él también se lo había ganado. Y es que aquí,
aunque al principio pueda parecer chocante, a los padres o
acompañantes no les está permitido quedarse durante la noche, (a no
ser que pagues una habitación familiar) y es que al ser habitaciones
compartidas se considera que puede ser incómodo para el otro
ocupante la falta de privacidad. Si bien es cierto que al principio
no me gustó la idea la verdad es que es muy lógica y viene
realmente bien, el acompañante duerme en su cama y no en una silla,
puede darse una ducha tranquilamente, cenar algo decente y estar a
primera hora en el hospital fresco y descansado. En nuestro caso en
cuanto paparockero entraba por la puerta servidora aprovechaba a
echarse una siesta sabiendo que el niño estaba vigilado.
En
el siguente post os contaré un poco sobre la estancia en el hospital
y el sustillo que tuvimos el día que nos dieron el alta.
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